Un tantrum, o berrinche, describe coloquialmente un enfado de mayores proporciones que se manifiesta con llantos, gritos, gestos y coraje. Aún hay quienes describen como una pataleta lo que pasó en Puerto Rico en el verano 2019. La revelación del chat fue la gota que colmó la copa: una crisis fiscal sin precedentes, una Junta cuyas medidas de austeridad ahogan al pueblo, un gobierno local cada vez más opaco y un gobierno federal que impide adrede la recuperación de la isla.
En resumen, desde los primeros días del 2019 la opacidad gubernamental seguía siendo la orden del día. El año inició con los problemas que habían en la reserva de ASES y la poca información que teníamos, seguido del conflicto entre el Instituto de Estadísticas y el Departamento de la Familia, que se negaba a brindar información sobre los casos de maltratos que la agencia manejaba. Mientras, en febrero una demanda del Centro de Periodismo Investigativo logra que el Senado publique la lista de cabilderos y en marzo la Junta demanda por falta de acceso a información sobre las cuentas del mismo cuerpo. En esos meses la organización Kilómetro Cero, también a través del tribunal, logra que la Policía entregue información sobre casos de uso de fuerza policial y se aprueba una ley que ordena la publicación del precio al detal de medicamentos recetados.
En los meses subsiguientes continuaron los reclamos de transparencia y acceso a información. Estos incluyeron las denuncias de padres a Educación por la opacidad de los cierres de escuelas, la duda sobre el uso que da la UPR a los bienes que recibe por herencias sin herederos, la demanda al Tesoro Federal por no divulgar documentos sobre el proceso de elección de la Junta y el rechazo a la orden para limitar la divulgación de los planes fiscales. En contraste con la opacidad, la revelación de las 889 páginas del chat que mantenía el gobernador con su grupo cercano atizonó un reclamo ciudadano que no se detuvo hasta conseguir la histórica renuncia del ejecutivo.
La esperanza de nuevos estilos y mayor transparencia, ante un nuevo ejecutivo, se esfumó rápidamente. Mientras hay avances y logros, como la publicación del Informe de Gastos Fiscales y Créditos Contributivos por el cual Espacios Abiertos tanto abogó o el caso de Cambio por la documentación de la AEE, continúan vigentes y con defectos las leyes de Transparencia y Datos Abiertos que legó en su último día el gobernador saliente. El atropello de la Junta de Planificación con el mapa de calificación de suelos y la repetida falta de transparencia en los procesos de recuperación por Vivienda y el COR3, del DMO, Recursos Naturales y ASSMCA, son solo algunos ejemplos recientes con los que terminó el pasado año.
Lo que vivió Puerto Rico en el 2019 no fue meramente un berrinche. La ciudadanía está atenta. Aunque acudir al tribunal parece ser la única alternativa para lograr transparencia y acceso a la información, en el 2020 tendremos la opción a través del voto de hacer efectivo el reclamo de un gobierno más transparente, que rinda cuentas y trabaje para el pueblo. La elección es tuya.
Esta columna fue publicada originalmente en El Nuevo Día el 4 de enero de 2020.