¿Quién no recuerda cuando nuestras madres o padres nos daban una peseta para comprar dulces y nos decían que era lo único que tenían? Su monedero seguía sonando y sabíamos que había más monedas, pero como menores asumíamos que administrarían el resto del dinero como adultos responsables. Como niños, solo contábamos con nuestros ahorros, si alguno, y ese segundo monedero familiar permanecía como una gran incógnita. ¿Se imaginan que esa misma situación se postergara hasta nuestra adultez y además con unos padres irresponsables en sus gastos? Creo que todos concluiríamos que esa situación sería insostenible. Pues bien, ese es justamente el escenario que hoy tenemos en Puerto Rico y ha llegado el momento en que el pueblo de Puerto Rico debe saber lo que hay en ese segundo monedero.